Las Cartas de Cyrano de Bergerac

Hércules Savinien de Cyrano, Caballero de Bergerac, quizás el más romántico de los héroes conocidos. Supe de su existencia cuando mi madre me regaló el libro; tenía 12 años de edad. Han pasado más de 40 años y sigue siendo mi personaje predilecto. En mi carrera como escribidor de cuentos, hacedor de personajes y soñador empedernido, decidí utilizar tal nombre en su honor, y he tratado de ser lo más fiel posible a sus pensamientos.

domingo, enero 29, 2006

CARTA VII - Inocente


Roxana.

Amada, hoy desperté siendo inmensamente feliz. ¡Sí!... Muy feliz. Me incorporé en la mañana y antes de colocar los pies en el suelo, de algún lugar imaginario las damas de compañía se encargaron de traerme las pantuflas. Luego bellas doncellas morenas me desnudaron para de inmediato colocarme una bata sobre el cuerpo, tan roja como las pantuflas. De seguido fui despojado de ese atuendo y conminado a entrar en la bañera blanca de nuestros sueños, donde el agua perfumada no se distinguía por la espuma del shampoo. Otras dos mujeres tomaron posición para restregar con esponjas de mar mis carnes, con tal delicadeza, con tal profesionalismo que me hicieron recordar las geishas de las que hablaba Mishima. Era un ambiente romántico, tanto como los movimientos, acompasados del Concierto para piano No 21 de mi genial amigo Mozart, impedían que yo pudiese pensar en nada que no fuese en usted, amada Roxana.
Allí, desnudo de ropas, cubierto de figurativas olas que amasaban el cuerpo, danzando mi mente en las notas del inconcebible pentagrama donde cada nota era un hacer el amor, yo la veía venir, amada... y al igual que las doncellas, los eunucos la transportaban a usted con sumo cuidado, tocándola sin tocarla, como suspendida en el aire, levitando, hasta el lugar donde yo me encontraba...
Roxana, hoy, al igual que todos los días de mi humilde existencia, confiesole que la AMO y le hago el amor imbuido de las rosas que adornan las mil y una noches. La busco en los rincones de ese Bagdad que no conozco, hoy destrozado por el egoísmo y la ambición. Quiero encontrarla en todos los lugares, donde mi mirada se dirija... en los pensamientos sé que la hallo, particularmente en los conventos de ese Paris que se me niega. La veo en las pinturas de los artistas de Montmartre, en el escenario del Moulin Rouge, bailando para mí, dejándome saber que me desea, tanto como la anhelo yo. Transito con usted las acuosas avenidas de Venecia en la góndola de nuestras cuitas y sufro sus jadeos en las notas del Bolero de Ravel, donde disfruto el movimiento de nuestros cuerpos unidos, en un adagio exorbitante que aceleran la emoción y el amor al ritmo de los metales y el redoble de tambores, para culminar con el estridente epílogo anunciado por los dorados platillos de la lujuria extrema. Luego la miro y me mira, intentado escrutar más allá de las emociones e interrogar en silencio al gusto por lo divino.
Hoy, amada Roxana, he sido inocente de sus besos y de su amor. Sea usted inocente de mi pasión incontrolable...

Siempre suyo

Hércules Savinien de Cyrano
caballero de Bergerac