Las Cartas de Cyrano de Bergerac

Hércules Savinien de Cyrano, Caballero de Bergerac, quizás el más romántico de los héroes conocidos. Supe de su existencia cuando mi madre me regaló el libro; tenía 12 años de edad. Han pasado más de 40 años y sigue siendo mi personaje predilecto. En mi carrera como escribidor de cuentos, hacedor de personajes y soñador empedernido, decidí utilizar tal nombre en su honor, y he tratado de ser lo más fiel posible a sus pensamientos.

lunes, febrero 06, 2006

CARTA XVII – Carta para mis amigos: Mi ELLA es...


París, febrero 07


Nobles amigos. Hoy he decidido hablarles de Ella. Para hacerlo, utilizaré ese presente que no tengo, parte del pasado que no recuerdo y un futuro que desconozco. Me siento en la obligación de hablarles de Roxana, la mujer que cuida mis plantas y consuela mis angustias. Consciente estoy de que al hacerlo no les incomodo, porque sabedor soy del amor puro que vosotros le profesáis. En algunos de vuestros mensajes, donde me hacen saber que cruzan misivas con Ella, he percibido una apenada disculpa por amarla a sabiendas de que es mía, pero os digo que no siento celos, no anida mi pecho ese sentimiento, por el contrario, os agradezco que la amen de esa manera. Por ello, con esta carta sólo quiero retribuirles un poco de lo mucho que Ella me da; agradeceros por ese sentimiento tan casto que no admite egoísmos. No son bellacos quienes la aman, son nobles caballeros que lanzan su capa sobre el charco para que Ella pueda, con sus diminutos pies, cruzar la senda espinosa de las letras emocionadas de la pasión.
Amigos, puedo y quiero decirles, que el amor que Ella exuda en el presente, está bordado de ese hálito que sólo las buenas hadas poseen. Es... algo extraño. No se trata de una emoción más, como esas, las ya trajinadas en un tiempo que huye y se esconde, dejando marcas en mi rostro con su látigo indolente. No, sus sentimientos son inmensos, eso ya vosotros lo sabéis. Ella ama, ella adora, Ella comparte, Ella siente y Ella llora. Me cuenta de vosotros y cada uno de ustedes recibe de mi parte, al momento, una sonrisa de gratitud. Aquí les confieso que ELLA LLORA. Sobre todo eso, llora cuando ama, porque al igual que yo, no puede creer que se ame tanto. Y Ella ama así porque no sabe, no puede ni quiere amar de otra manera.
En el pasado, amigos, nobles amigos, Ella recibió las heridas del desamor. Transitó ese oscuro camino de la desesperanza. Los duendes perversos se solazaron en su dolor y hundieron el dedo en la herida que se resistía a cerrar. Ella... mi Ella, sonreía con los juguetes que no conoció. Se alegró con la alegría de los demás y sus papilas percibieron la dulzura del helado que saboreaba la amiga. Lloró y esperó, porque segura estaba de que algún día ese Dios que miraba y complacía a todo el mundo, tendría la amabilidad de fijarse en Ella, aunque fuese por un momento. Fue así como Ella comenzó a construir una buhardilla de cristal y allí, en silencio, encerrada en sus poemas, comenzó a tejer hermosos sueños, quimeras que se transformaron en palabras, lamentos que deambulaban por el espacio sin destinatario alguno. Sólo eran palabras, canciones hermosas para deleitar a la nada...
Del futuro, amigos, no puedo hablarles. Pero sí os puedo asegurar que Ella ha de ser feliz, aunque tenga yo que combatir con todos los fantasmas que acechan en la penumbra. La felicidad, ya se ha dicho, no existe en su totalidad. Es arena movediza que devora, puñal de acero que hiere, pero se es feliz cuando nos golpea el ramalazo del amor y Ella ama, mi Ella, es realmente feliz en los escalones hacia el futuro. Asciende, ataviada del azul que cubre nuestras ilusiones, lentamente hacia el sitial que no conoce. Alarga su mano hacia el caballero que la observa y besa con locura cada poro de su vida. Me conmina a ser el cochero de su existencia. La veo, la contemplo sin musitar palabra. Disfruto su rostro y descubro a la niña en su mirada. Va alegre por el camino escogido, sin importarle hacia dónde conduce el laberinto... Por todo esto, nobles amigos, les confieso lo que ya saben: YO AMO A ESA MUJER

Siempre de ustedes, amigos

Savinien de Cyrano
Caballero de Bergerac.