Las Cartas de Cyrano de Bergerac

Hércules Savinien de Cyrano, Caballero de Bergerac, quizás el más romántico de los héroes conocidos. Supe de su existencia cuando mi madre me regaló el libro; tenía 12 años de edad. Han pasado más de 40 años y sigue siendo mi personaje predilecto. En mi carrera como escribidor de cuentos, hacedor de personajes y soñador empedernido, decidí utilizar tal nombre en su honor, y he tratado de ser lo más fiel posible a sus pensamientos.

jueves, febrero 02, 2006

CARTA XIII - Aniversario



Amada Roxana

Anoche, para espantar los demonios que taladraban mi cabeza, leí la primera carta que os envié. Fue un día antes de vuestro cumpleaños y recordé que mañana, justamente mañana, cumpliremos un aniversario más en nuestras vidas. Pero mañana ha de ser otro día, yo quiero, como en esa carta y para revivirla, hablaros de esta noche, cuando la luna me acompaña para deciros muchas cosas. Por ejemplo, cómo os atrevisteis a juntar los deditos de vuestros pies con los míos, buscando unir nuestras rodillas argumentando que pegaba el frío y que debía yo arroparte con mis besos. Vi el amor en vuestro rostro y entonces fuisteis mía, como lo eres hoy y lo seréis siempre... ¿Sabes? Os confieso que cuando me mirabais, así, como lo estás haciendo en este instante, se me agotaba la vida, desvaneciendo distancias. Se me antojaba, como en este instante, quereros mucho más, y leeros en silencio algunos poemas de amor.
Esta noche me gustaría pasear con vos, y aunque resuene a perogrullada, hacerlo descalzo, sobre la arena mojada. Quizás os resulte obvio, pero es que no puedo ser de otra manera. Soy un libro abierto, sin escondrijos; lo sabéis muy bien. Nada oculto. Miles de amantes trotaron las playas del Mediterráneo sin zapatos por la arena, pues bien, también yo deseo hacerlo y... como no seremos los primeros, seguro que nadie lo notará.
Esta noche me sentaré a vuestro lado sin deciros nada. Mejor, me sentaré en cuclillas frente a vos. Lo haré para que extendáis las manos y palméis los surcos horadados en la piel por los labriegos de la experiencia. Sé que lo haréis con los ojos cerrados, porque decís que así podéis palparme en cualquier momento. Me sentaré entonces frente a vos, como tantas veces en la góndola.
Esta noche desearía... ¡No sé!, tal vez ir con vos a ver una obra de teatro. Una pieza clásica, de esas que he aprendido de memoria. Si estuviese en cartelera, me gustaría ver “Cyrano de Bergerac”, porque cuando mi epónimo recite sus versos, en realidad seré yo quien os hable al oído, quien os diga, por ejemplo: “Yo os quiero, yo me ahogo, yo sediento estoy de tu hermosura... ¡Yo te amo! No puedo más; deliro, desfallezco, que me entero me robaste el albedrío... Tu nombre está en mi corazón, bien mío, como en un cascabel!... y me enajena, y como de continuo me estremezco, constantemente el cascabel se agita, constantemente el dulce nombre suena. Todo lo que fue tuyo, de algún modo lo recuerdo, mi bien, pues lo amé todo. Diréis como la Roxana de la obra: Esto es amor... yo responderé: ¡Oh, sí! Este sentimiento, triste y reconcentrado, del amor más violento tiene todo el furor desesperado... Y en verdad os diría tantas otras cosas para hacer mío (aún más) el libreto de Rostand . Todo eso me gustaría hacerlo esta noche, para que mañana, en nuestro aniversario, sintieseis cómo os lacera mi amor.
Siempre suyo.

Hércules Savinien de Cyrano
Caballero de Bergerac